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En lo rutinario de un pueblo un tanto árido, con un calor melcochudo y pegachento, en sus calles polvorientas, desde tempranas horas de la mañana se ven arribando al pueblo decenas de coloridos carros escaleras, repletos de campesinos cargados con bultos de café, gajos de plátanos y bananos, legumbre y un sinfín de productos agrícolas para comercializar en las tiendas del área urbana. Por otra parte, y haciendo un hermoso contraste, un gran porcentaje de indígenas de la tribu emberá katío. Se ven a lo lejos en los capacetes de estos transportes y se sabe que son ellos por sus vestuarios llenos de vida y color. De la chiva comienzan un eterno descenso de personas que parece que nunca quedará vacío.

 

 

Una vez desocupado el carro, se nota como la diferencia de culturas sale a flote. Los campesinos van con su mujer de la mano y para el mismo destino, en tanto los embera se despiden una vez bajan del carro y el hombre toma su propio rumbo unos hacia las cantinas y otros a negociar sus víveres. Las mujeres con sus hijos se dirigen sin rumbo a cualquier sitio que les sirva de resguardo del sol y el calor mientras esperan a sus esposos por largas horas, mientras van a los bares a beber y a disfrutar de un rato de diversión.

Quisimos aprovechar la visita al municipio de Dabeiba para hablar con dos mujeres de la comunidad embera, quienes tienen un importante papel de liderazgo a pesar del connotado machismo que reina en muchas de las comunidades indígenas. La primera de ellas es Noralba Ernubia Domicó Domicó perteneciente a la comunidad Llano Gordo, resguardo Sever del pueblo Embera Eyábida, fue elegida por su pueblo como la segunda Gobernadora de la comunidad. Por otro lado, está Yina Domicó, la segunda de las mujeres que abordamos. Pertenece a la misma comunidad que Noralba, es licenciada en educación y se desempeña como educadora en las escuelas de niños embera exclusivamente, esto se debe a que muchos de ellos no reciben desde sus hogares la enseñanza de la lengua española y por ende, muchos de ellos no pueden asistir a las escuelas oficiales municipales en las que predomina el idioma español.

Ellas desde cada uno de sus roles dignifican el papel de la mujer como tal y mucho más  las de las emberá que han tenido que luchar por sus costumbres con un machismo bastante marcado.

No pretenden cambiar sus costumbres que para ellas son lo más preciado que tienen, están orgullosas de su manera de vestir, de su forma de vivir, de sus ancestros y de conservar ante un modernismo abrumador, todo el legado de sus antepasados y su lenguaje que los lleva a considerarse a sí mismos como una raza pura, no solo porque no tienen mezcla en su sangre si no porque en su actuar son puros de corazón y de pensamiento. Sus leyes son sagradas y entre su misma comunidad tienen su sistema judicial del cual son temerosos y saben que si obran mal, pueden perder no solo a su comunidad, sino también en el peor de los casos, perder la vida.

Muchos de ellos viven en cercanías al área urbana, pero también existen tribus que están muy lejos del pueblo. Estos pueblos indígenas han acomodado su vida para no tener que desplazarse entre dos y tres días hasta el casco urbano, es por ello que su educación es limitada y el habla del idioma español es realmente muy básica o nula. Solo van a Dabeiba por casos extremadamente urgentes como lo son trámites legales o un accidente que con su medicina tradicional no puedan tratar y que depende la vida de uno de sus miembros. Es allí donde se ven discriminados por “los mestizos”, como ellos llaman a los demás habitantes, puesto que al no saber manejar el español, ni los habitantes del pueblo hablar el dialecto embera se ven desatendidos, relevados y hasta olvidados. Es allí donde radica la importancia de ponerse en sus zapatos, seres humanos que, por su condición diferente, por su dialecto o por imaginarios sociales erróneos son rechazados en momentos que realmente dependen de una adecuada comunicación para salvarse de la cárcel o de la muerte.

Según Noralba y Gina, para ellos sería un sueño que “los mestizos” hablaran embera y que de esta forma los habitantes de tribus lejanas pudieran sentirse incluidos y bienvenidos en una sociedad ajena a la suya: “sería muy bueno cuando uno llega de lejos o las comunidades indígenas llegan de dos o tres días de camino, llegan acá como a otro contexto donde no hay un buen recibimiento, un buen trato, puede ser en un hospital o en otra oficina. Ellos están asustados, no saben ni cómo activar su ruta ¿cómo puedo hacer la denuncia? en caso de las mujeres que sufren mucho maltrato, más bien ellas quedan como ¿a quién vamos a buscar? o ¿cómo lo vamos a hacer? Entonces ellas se quedan calladas y llegan a sus casas con el mismo problema o la misma preocupación” esta es la perspectiva de Noralba a nuestra pregunta de ¿Qué significaría para el pueblo emberá que los mestizos aprendieran su lengua?

Para Gina es una cuestión más de fondo, más de conocer a su comunidad de una forma más inmersiva y cercana, y desde un sentido de pertenencia con sus comunidades, conocer su territorio poniéndonos en sus propios zapatos sabiendo así lo que les aqueja y congratula de un mundo que es desconocido para nosotros, pero en el que ellos, en busca de una mayor aceptación están de puertas abiertas a mostrar y enseñar.

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